martes, 6 de enero de 2015

La cueva del diablo en el Ñañañique

En el vasto archivo etnográfico José María Arguedas, específicamente en el tomo dedicado a Piura encontramos la leyenda de "La cueva del diablo". Esta cueva aún sigue intacta en el cerro Ñañañique de Chulucanas. Recuerdo que cuando era "churrito" subía con mis primos a dicho cerro y llegábamos hasta la entrada de la cueva pero no se podía ingresar porque la entrada era muy pequeña.
Me alegró saber que esta leyenda fue recuperada por el autor de "Yawar fiesta", aquí la tienen:

“LA CUEVA DEL DIABLO”
Toda cosa por más insignificante que sea, por lo menos, tiene su pequeña historia, cuento ó leyenda; ya sean realidad ó simplemente invenciones, forjadas por las mentes de nuestros antepasados, y, que se viene sucediendo de padre a hijos, transformándose así en tradición. Algunos de estas suelen ser bonitas que llamen la atención; y otras, en cambio, llenas de misterios, con ciertos rasgos terroríficos que llenan de admiración y miedo á la vez, a quien las oye contar. Pero como toda leyenda ó cuento que comienza siempre por sus orígines, á los que el narrador le pinta infinidad de matices imaginarios, termina por lo general, con un fin halagador que da ya cierto sociego á quien ha prestado atención á cualquier cuento de esta índole. Así, hoy, amigos lectores, voy á contarles un pequeño cuentecito y se puede decir leyenda, que ha recojido de trozos de algunas conversaciones oídas de personas de edad; de aquellas que siempre tienen á flor de labios algunos entretenimientos ya sean
realidad ó simples invenciones. 

En el lado este de Chulucanas, como habrán podido apreciar algunos de Uds. que haya tenido la oportunidad de conocerlo, se eleva una gran porción de tierra que se conoce con el nombre del “Cerro de Yananique” (nombre, cuyo órigen no podría decirles nada por carecer de datos sobre ello); en cuyas faldas delanteras se extiende el citado pueblo.

Quien haya subido hasta la cumbre de este Cerro, y fijado su mirada al frente, se encontrará con la hermosa vista de este panorámico sitio; con sus casas situadas en vaivén, con sus subidas y bajadas, como en formas ondulantes semejantes á las aguas del mar y extendido á sus pies, en señal de sumisión; cual si con ello quisiera recordar á los románticos poetas á la hermosa Pompeya sumisa á los pies del arrogante Vesubio. Y aún más bello le parecerá esta simpática vista, si la observara en las sombrías tardes primaverales; cuando el sol vaya con sus fulgurentes centelleos cobijándose en su ocaso; cuando con sus últimos rayos viólaceos dé su póstrer saludo á este pintoresco lugar.

Partiendo de la Cruz de este Cerro, (de cuyo órigen me ocuparé más adelante) hacia el Sur, á no mucha distancia, se encuentra una pequeña cueva, que á simple vista parece grande y profunda pero que no lo es ni lo uno ni lo otro, á lo sumo habrá cabida para un perro de porte mediano. Y esta cueva singular, tiene su pequeña historia que á continuación paso a narrarles:

Por el año de 1873 mas ó menos, el hoy pueblo de Chulucanas, no era tal, sino un inmenso campo yermo cubierto de frondosos y elevados árboles; que pertenecía á la hacienda de Yapatera, propiedad, por entonces de los Srs. Ramón y Alejandro León, quienes después, en vista de las numerosas “casuchas” que entre los árboles habían levantado los trabajadores de esa hacienda, se dignaron obsequiar á los labradores algunas porciones de terreno para que edificaran sus casas. Después fué acrecentándose más y más el número de trabajadores, y en ello, fueron extendiéndose y haciéndose mas numerosas las casas. Los árboles, al avance del progreso iban desapareciendo uno á uno, para en su lugar, florecer pequeñas casuchas de paja á las que andaban con el nombre de “ramadas”.

Llegó la época en que el antes campo era ya un “caserio”; con numerosas casas y bastantes habitantes, que habían establecido ya sus chacras. Siendo por consiguiente, casi todos agricultores.

En un principio, el Cerro no había, para ellos, significado absolutamente nada; se le miraba con la misma indiferencia que se miran á las cosas que, expontáneamente, la naturaleza presenta al hombre.

Empero, comenzó á dársele importancia, desde un día en que una mujer negó la noticia de que en la noche anterior, cuando venía de recoger leña, vió brillar en dirección del cerro, una pequeña luz que se encendía y se apagaba. Y que, ella estaba convencida de que no era ni estrella ni tampoco lucero de ninguna clase. Al principio, tomósele su noticia como una broma, considerando que, á lo mejor, eran desvaríos, ó que quizás, lo hacían para asustar á sus pequeños traviesos hijos y tenerlos en la cama temprano. Y los mas incrédulos eran los hombres, que de por sí, tienen un espíritu escéptico. Y en fin, que cansados ya de estos, y queriendo convencerse, se pasaron casi toda una noche en espera de la ansiada luz, hasta que, por último comenzó á brillar una tenue luz en cierta parte del Cerro; y convenciéronse desde luego, porque esa noche no hubo ni estrellas ni luna; la noche estaba completamente oscura.

Y desde aquel momento, ya no fueron las mujeres las asustadas sino los mismos hombres; quienes después, comenzaron ha agrandar el misterio agregando otro rasgo más espeluznante; pués, comenzaron á exparcir la novedad, de que temprano cuando íbanse á sus chacras, veían bajar por las faldas del Cerro (dirección de la cueva) á un hombre de pequeña estatura con sombrero grande sobre la cabeza y sin zapatos (como que por ese tiempo casi nadie usaba zapatos, unos cuantos usaban las que llamaban “baquetas” ó sea una especie de sandalias hechas de cuero tiezo) y quien los asustaba; viéndose por tal motivo, á no ir á sus campos hasta después que haya amanecido completamente. Y con el correr de los días esas noticias hiciéronse más fantásticas y miedosas; porque, al hombre pequeño ya no se le consideraba como tal, sino que se le dio el nombre de “Duende maligno”; comenzando las madres, entonces, llenas de miedo, á vigilar con esmero á sus hijos, teniendo el cuidado de que antes de que la noche se mostrara en su plenitud, tenerlos junto á ellas para evitar con eso que se les comiera el “Duende”; porqué, según ellas, los “duendes” eran seres malévolos, semejantes á “vampiros” porque chupaban la sangre á sus víctimas, y que con eso se alimentaban.

Los parones, sabedores de esta noticia, quisieron restablecer el órden y la tranquilidad entre sus peones dándoles á comprender que todo lo que sostenían era pura ilusión y que no podía existir aquello de “duendes” ni otra cosa por el estilo y que para sacarlos de su incertidumbre ellos mismo se comprometían á subir al “Cerro y les mostrarían que eso era nada mas que falsedad.

Con esto lograron calmar en algo los ánimos alterados de los “chacareros” pero no por mucho tiempo porque -por causas desconocidas-, no pudieron llevar á cabo esta promesa, pues, según dijeron, no les fue posible escalar la pequeña colina por encontrarse muy tupida de árboles imposibilitando la subida

Pero no faltó otro que, queriendo quizás volver la normalidad entre los labradores, dijo que el misterioso personaje era “el Rey del Cerro”, otro, agregó que era un Santo Varón, que, haciéndosele imposible la vida entre ellos, se había ido a vivir allí como “ermitaño”. En fin, que el arcano de la cueva pasó por una verdadera metamorfosis de fantasías hasta hacerse tan oscuro y tenebroso el mito del Cerro que por último, al misterio personaje ya no se le creía ni “duende”, ni “Rey del Cerro”, ni mucho menos Santo; sino que se llegó al extremo de creérsele el mismísimo diablo. Justificando este sobre-nombre por las noticias que regaron otros de que el sitio de donde brillaba la luz salía un personaje fosforescente montado sobre un hermosos caballo, y que se paseaba por todo el “Cerro de un extremo á otro y que al llegar nuevamente á la cueva, desaparecía.

En fin que con esta noticias inverósimiles, los habitantes del “caserío” vivían en completa intranquilidad. Y la pequeña cueva, apodada desde entonces “del Diablo”; era el centro del terror de todos los moradores de ese pueblo.

El Diablo de la Cueva, seguía saliendo y sembrando el miedo.

Pero todo esto habría de tener su fin, como en efecto así sucedió:

A fines del año de 1913, llegó á este pueblo una misión compuesta de tres padres religioso; que habían llegado con el objeto de predicar la Religión de Dios. Extendiéndola hasta en los pueblos mas lejanos; convirtiendo en cristiano á todo el que no lo era.

Entre estos padres, se distinguió el padre “Andresito” como cariñosamente le llamaban, y quién desde un principio, supo captarse el afecto y aprecio que le brindaron los del lugar; por su dulzura y bondad, por el entusiasmo en predicar y por el colorido que le daba á los ejemplos en sus sermones y dicen (los que lo oyeron hablar) que cuando empezaba algunos de sus sermones, daba tal encanto á sus palabras y á su faz tal benevolencia, que ensimismaba á quien le oía; y en aquel instante, parecía todo él inundarse de belleza. Aunque no era ningún Adonis fisícamente, en cambio, era muy bello y hermoso por la bondad de su corazón, dulzura de sus palabras y por la santidad de sus incomparables
ejemplos. Y quien lo oía y veía hablar, confundíase si ante sí tenía á un ser vulgar ó á un santo, y era tan grande el respeto que se había conquistado, que cuando se dirigía á su púpito, todos iban tras él, para oír con religiosa devoción sus halagüeñas frases.

Al igual, era el padre Carlos como también el último cuyo nombre no recuerdo. 

Una vez que estos padres peregrinos llegaron á este pueblo, ayudados en gran parte por los agricultores, levantaron su pequeña “Capillita” con techo de hojas de palmera, en el sitio en 25 que hoy se encuentra la actual Iglesia. Donde colocaron una gran campana que por muchos días, meses y años fué la voz altisonante que llamaba a su recinto, á todos los devotos cristianos; y en donde se celebraban misas, bautismos ó himeneos, pues, como que para ese objeto habían llegado.

Dias después de su establecimiento, supieron el terror que reinaba en ese pueblo y su motivo, ya sea por que lo oyeron públicamente ó por boca de sus mismos confesando, y, entonces, queriendo desterra este miedo del pueblo, comenzaron á dar sermones sobre este punto dándoles á entender que Dios, nuestro Señor, no permitía jamás cosas extra naturales y que ellos, haciéndolas verdaderas pecaban mortalmente convirtíendose en herejes por que iban en contra de la religión. Y llegaron á convencerlos hasta tal extremo, que no faltaron osados, que habiendo perdido el miedo al Cerro y su cueva, comenzaron á escalarla llegando hasta la misma cueva.

Después ya no tenían nada, habían definitivamente perdido el miedo; ya subían y bajaban; y algunos, según se cree, hasta velaban la cueva, creyendo quizás, que á lo mejor allí habitaban alguna ignota virgen, porqué esta cueva siempre estaba húmea. (Y como en efecto, hasta hoy esta cueva se encuentra siempre humedecida y quien tenga la oportunidad de visitarla, se convencerá).

Finalmente, esta noble misión, queriendo despejar por completo de las mentes de los labradores el miedo que le tenían á la cueva, hicieron cortar un gran árbol y formaron de él una inmensa y hermosa Cruz de unos ocho metros mas ó menos de altura, la cual la subieron y después de una corta ceremonia, la colocaron en tal forma que mirase al pueblo, y así, de esta manera, fuese la protección del pueblo infundiéndole fé y valor.

Esto ocurrió en Febrero de 1914; aunque en la Cruz no se encuentra ninguna fecha ó señal que justifique que fue colocada por este tiempo.

Merced á esta Cruz, que es celebrada el 3 de Mayo se logró perder el miedo que se le tenía á este Cerro.

Hoy, ya no se celebra desde 1941, si no me equivoco.

Antes, se celebraba magníficamente; se subían hasta ella hermosos castillos y alegraban todo esto una banda de músicos que amenizaban y ayudaban á hacer mas explendorosa la fiesta.

Motivo por el cual hicieron muchos caminos por diversas partes del Cerro, y que hoy mas bien sirve de recreo y distracción.

Muy pocos habrán que crean y presten oídos á esta narración porqué les parecerá irrealidad
y para muchos, pecara de fantástica é imaginaria. Pero esta es la verdad; es la historia de la
“Cueva del Diablo” oída por conversaciones de personas de edad.

Pero quien quiera convencerse suba hasta la Cruz, diríjase haciá la parte Sur y á no muy
lejos, se encontrará con la en antes famosa y temible “Cueva del Diablo” y que hoy, no es más que un mal mirado hueco humedo; porqué una vez perdido su miedo se perdió con ello su historia. Y hasta quizás habrán numerosas personas que desconozcan esto.









4 comentarios:

Unknown dijo...

Alguien me lo resume :(

Unknown dijo...

Porfa

Junior Preciado dijo...

Sube mas del Señor Marcelino Chiroque

Anónimo dijo...

Subeas información porfa yo soy de piura morropon chulucanas caserío la encantada