Esta lectura pertenece a la señora Teodocia Zavala que se publicó en el Diario El Tiempo de Piura el 13 diciembre 2003.
"Hola paisanos:
Ustedes me ven todos los días y aunque paso inadvertido, les recuerdo que formo parte de sus vidas. Soy el algarrobo, prosopis pallida, para los científicos y estudiosos. En algunos lugares me dicen huarango. Tengo unos parientes muy cercanos por toda la costa del Pacífico que les dicen algarrobo blanco y otros nombres. Pero aquí en Piura soy simplemente algarrobo, tan piurano como la chicha de jora.
He visto mucho a lo largo de mi vida. Fui amigo de tallanes y mochicas y de los incas. Testigo de esplendor del imperio. Me dio pena su caída. Los españoles llegaron y conquistaron las tierras, y surgió una nueva civilización, la cual me declaró ciudadano de Piura.
No quiero alabarme, pero tengo muchas virtudes. Puedo vivir muchos años sin agua. Mis raíces tienen la propiedad de extenderse y penetrar en la tierra y llegar hasta donde está el agua que me nutre y me mantiene vivo aún en épocas de sequía.
Cuando llueve, es la gloria. Puedo reproducirme fácilmente y mis hijos crecen sin problemas, gracias a mis amigos los burros y las cabras que esparcen mis semillas nutridas con su excremento.
Les decía que formo parte de sus vidas porque, qué sería de ustedes, sin mí. El desierto sería tan árido y nadie podría vivir allí, sino que lo digan los campesinos de Belisario, allá en Sechura, que viven únicamente del bosque de algarrobos. Sería bueno que se den una vuelta por allí y vean la estrecha relación que tengo con los hombres. Ellos me cuidan y yo les doy sombra, algarroba y leña.
Por ser una leguminosa, puedo fijar el nitrógeno en el suelo y convierlo en nutriente. La tierra árida se vuelve fértil. Además mis hojas secas, a las que ustedes llaman puño, son excelente abono. Como otros árboles puedo absorber el CO2 y fijarlo en el suelo como carbono. Contribuyo a enfriar el ambiente donde viven y disminuir el efecto invernadero, con esto mejoro la calidad del aire que respiran todos los seres vivos.
La naturaleza me ha puesto en Piura para que impida el avance del desierto, mis raíces son capaces de compactar el suelo y evitar los deslizamientos de tierras cuando llueve. Así ayudo a proteger la cuenca y disminuir la sedimentación de sus reservorios y lagunas.
Soy un árbol muy sociable. Me llevo bien con los pobres y con los ricos. ¿Quién de ustedes no se ha cobijado bajo mi sombra? Y qué rico los veo disfrutar de su cebiche y su chicha, bajo mi copa. Estoy presente en los grandes acontecimientos sociales de Piura y del Perú, cuando disfrutan de su cóctel de algarrobina. A donde no me gusta ir es las polladas y parrilladas, porque allí me queman y me convierten en ceniza. Tampoco soy muy amigo de los panaderos y ladrilleros.
Los campesinos son mis amigos, pero también los hombres de la ciudad. A los que no quiero mucho es a los taladores, a quienes hacen negocio con mi tronco y ramas. Ellos ganan a costa de depredar el bosque, a tal punto que hace unos años fue necesario que el
gobierno decretara una ley de veda forestal, para recuperar parte del bosque. Felizmente que llegó El Niño en 1983 y mi especie pudo regenerarse. En 1998, volví a expandirme.
Mis amigos del Proyecto Algarrobo, de la Universidad de Piura, del Inrena y de otras organizaciones se han dedicado a cuidarme y estiman que entre mis hermanos y yo ocupamos 216 mil hectáreas en Piura.
Doy flores dos veces al año. Mis mejores frutos los doy entre enero y marzo, justo cuando los churres van a ir al colegio y los papás necesitan dinero. Si me han cuidado bien yo solo puedo dar hasta tres quintales de algarroba. El hombre sólo tiene que agacharse y recogerla, porque el viento se encarga de tumbar los frutos maduros. ¿Qué frutal por más que lo cuiden hace por esto ustedes?
He oído que un quintal de algarroba la venden a 5 soles, pero si son inteligentes y la guardan en esas algarroberas que les han enseñado a construir los de Cepeser, Proyecto Algarrobo y Udep, la pueden sacar a partir de setiembre y entonces el precio sube y a veces llega a 30 soles. Saquen su cuenta, en un bosque semi ralo, según las cuentas de Walter Mauricio, coordinador del Proyecto Algarrobo y de Gastón Cruz, de la Udep, hay 45 árboles en una hectárea de bosque ralo. En una hectárea de bosque semi ralo 90 y hasta 100. O sea que con suerte pueden cosechar por arriba de los 100 quintales por hectárea.
Si se dan un poquito de trabajo y la algarroba la convierten en algarrobina, harina y “café” como hacen en Locuto, en Malinguitas y en otras comunidades campesinas, pueden ganar mucho más. Un quintal de vainas puede dar 15 kilos de algarrobina, que en el mercado se vende a 5 soles a granel. Envasada sube a diez soles el kilo. El otro día vi que la empresa comunal Santa María de Locuto y la Españolita enviaron un cargamento de harina a Chile y a Estados Unidos, dicen que por allá utilizan la harina para darle sabor a la leche a los pasteles y a las tortas. La algarroba tostada, se usa como bebida, el ingeniero Gastón Cruz, dice que es un excelente sustituto del café.
Mis enemigos
Como todo el mundo tengo enemigos. Los mayores y más grandes son los hombres. A muchos de la ciudad no les importo. Unos cuantos saben lo importante que soy y me cuidan, pero hay algunos que hacen negocio conmigo. Encargan a los campesinos que me corten y luego venden la leña en el mercado, o se la llevan a Lima. Hay también unos carboneros que con el pretexto de ganar más me queman y me convierten en carbón el cual venden a las pollerías de casi todo el país.
Entre los insectos, los pegadores de hojas son los que me molestan, pero su daños no es significativo. Quién si puede matarme es una planta parásita llamada suelda con suelda. Esa chupa mi savia y me consume poco a poco.
A veces las lagartijas también se convierten en mis enemigas. Les gusta comer las hojas tiernas de los pequeños algarrobitos, sobre todo en las siembras que realizan los humanos. Felizmente, a gente como Washington Calderón de la Universidad Nacional de Piura, se le ocurrió colocar botellas de gaseosas para cubrir las plantitas hasta que alcancen un tamaño considerable.
Mis amigas las abejas
Los pájaros son mis amigos. En mis ramas los chilalos y las soñas se aman y hacen sus nidos, los peches espían a los agricultores, y las garzas esperan que los hombres se vayan de los arrozales para darse su festín. En Talara, soy el favorito de la cortarrama, pero
también le doy posada los insectos. Los mejores son las abejas. Ellas vienen a beber el néctar de mis flores para fabricar su miel, lo cual significa dinero para los campesinos. De una hectárea de algarrobos pueden sacar 60 kilos de miel. Aunque en esta tarea me ayudan los zapotes, los aromos, los overos y los faiques. He visto que la miel la venden hasta en 6 soles el kilo. Es decir, que aunque poquito, les ayudo a los campesinos con el “papeo” diario
Si ustedes se ponen “mosca” pueden sacar también platita haciendo unas cabañas en medio del bosque, se compran unos cuantos caballos de paso e invitan a la gente a cabalgar. De paso les enseñan cómo se saca la miel de abeja, como procesan la algarrobina, cómo ordeñan las cabras… A los amantes de la naturaleza les invito a ir a Callejones, Locuto, La Rita y otros lugares en donde el bosque está bien cuidado. Allí pueden armar sus carpas y disfrutar de la fresca brisa del campo. En el pueblo de Carrizalillo, allá en la Colonización San Lorenzo, conozco un algarrobo que quince hombres juntos no pueden abrazarlo. Es lo máximo. Ese algarrobo tiene algunas centurias.
Estoy seguro que en Piura las cabras y los burros no existirían sin mí. Tampoco yo sin ellos. Somos un trío perfecto. Yo les doy alimento, mis vainas, mis hojas, mi sombra y a cambio ellos me dispersan por el desierto en su excremento.
Algunos hombres se han empeñado en destruirme. Dicen que pueden aprovechar mi madera para muebles, como lo hacen en Argentina, pero no se olviden que allá llueve y aquí estoy en el bosque seco, esperando los milagros de El Niño. Mi madera la pueden aprovechar, pero la de las ramas. Hay unos señores que han aprobado unos planes de manejo forestal, dizque para hacer un corte racional. Yo los miro nomás, y les pregunto ¿van a reponer lo que están cortando? Además esos planes de manejo dan pie para que muchos empresarios vengan con sus camiones talen y se vayan a vender la leña a Lima, o la hagan carbón para preparar el pollo a la brasa. El control que hacen siempre es ineficiente y la policía no ayuda mucho.
No me corten
Generalmente no pido nada. Estoy allí en el desierto, o en la vera de los caminos, también cerca de las carreteras, en las plazas, en las bermas de las calles, en algunos jardines, pero me veo muy señorón, cuando cortan mis ramas inferiores. Con las podas me pongo guapo, y en compensación les doy leña. Y han sacado cuentas de lo que puedo dar si me mantengo en pie. Para producir algarroba necesito entre tres y cuatro años, al quinto soy ya un gran productor, pero cuando tengo 25 lleno los sacos. Si me cortan con suerte pueden lograr unas cinco cargas de leña que las venden a doce soles cada una. Esto será una sola vez en la vida. Pero si estoy en pie, les prometo dar además de sombra, puño, leña de mis ramas, miel, nitrógeno para la tierra y por su puesto algarroba."
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También está presente en la música como el vals "Mis algarrobos" del compositor piurano Rafael Otero López.
"Verdes mis algarrobos, verdes
verdes como la fe de la esperanza
entre sus ramas se columpian nidos
formados por las aves en su andanza"
Inspiró también a Enrique López Albújar al escribir el poema "Nuestro señor el algarrobo" en su libro "De la tierra brava":
"Tú eres el árbol rey del norte.
rey de los capos y las dunas,
de los desiertos y los bosques,
de las quebradas y llanuras".
domingo, 2 de marzo de 2008
Soy el algarrobo… soy bien piurano
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